sábado, 30 de mayo de 2009

Entrevista con: OSCAR NIEMEYER



"Para mí la arquitectura no es lo más importante. Lo importante es la vida, la gente; abrazar a los otros, vivir en paz".



Oscar Niemeyer nació en la ciudad de Río de Janeiro en 1907, en el barrio de Laranjeiras, en una calle que después recibiría el nombre de su abuelo, Ribeiro de Almeida. Pasó su juventud como el típico carioca bohemio de la época, sin preocupaciones por su futuro. Concluyó la educación secundaria a los 21 años. Ese mismo año, se casó con Annita Baldo, hija de inmigrantes italianos de Padua. El matrimonio le dio sentido de responsabilidad, decidió trabajar e ingresar a la universidad.




Sartre decía que en la vida de una persona hay tres facetas que lo conforman: "Ser", "hacer" y "tener". ¿Cómo son estos aspectos en su vida?
"Mi vida transcurre como cualquier otra, trabajar, encontrarse con los amigos, hablar de política, de Brasil, de mujeres. Pensar que uno es joven, mantenerse activo, contener ese pesimismo que me envuelve a veces y que la edad agrava; volverme más ameno, vivir intensamente. Hay gente que cree que la vida no tiene perspectiva, que somos sólo hijos de la naturaleza, hormigas sin discernimiento: ahí la muerte puede ser más odiosa. Ahora, fuera de eso, es como le digo: lo importante no es la arquitectura. Importante es estar contento con lo que se deja, saber que lo que uno hace es alegría para otros. Y muchas veces es necesario soñar un poco, incluso cuando sabemos lo frágil y desprotegido que se encuentra el ser humano".


¿Cómo puede usted transformar lo que percibe en algo estético, entregar a los hombres nuevas formas de belleza?
"Mi pasión es crear, disfruto la arquitectura y hago la arquitectura que me gusta. No concibo ni busco una arquitectura ideal. No existe la arquitectura ideal. El día en que exista una sola arquitectura, será el reino de la monotonía y la repetición. No quiero saber la opinión de los otros sobre mi trabajo. Yo creo en la intuición, mi arquitectura es una propuesta basada en la intuición".

"No me gusta la estructura metálica, prefiero el concreto, una estructura más generosa que se adapta mejor a las expectativas de la imaginación".



En su estilo, hay más que arquitectura, más que solamente trazo y cálculo, ¿cómo conjuga lo técnico con lo social?
"La arquitectura no es algo tan hermético, todo se entrelaza. Hace unos meses, por ejemplo, vino a este despacho una persona y estuvo hablando, durante varias sesiones, sobre el Cosmos. Hay que interesarse, hay que conocer. Si a veces una maqueta no traduce una idea, escribo un texto explicativo. O, como ahora, que intercambio correspondencia con un ingeniero muy importante que trabaja conmigo. Nos enviamos una carta cada semana y seguramente serán publicadas después, hablamos de aspectos técnicos o de lo que pasa en el mundo. De todas maneras, en el momento de la creación el arquitecto, como magistralmente lo hacía Machado de Assis en su escritura, penetra en el alma de quienes tendrán que convivir con su arquitectura. Hay un destinatario presentido".

Usted ha dicho que el espacio en torno a una construcción hace parte del conjunto, ¿cómo ve a Brasil en el contexto americano, en tanto construcción cultural?
"De libertad. El espacio americano debe tender a eso. Hablo de espacio para la imaginación. Hay mucho que ofrecer al mundo desde este continente, en todas las artes y en toda la cultura. En general, la relación entre espacio libre y arquitectura es bastante ignorado. Piense usted en la imponencia que tenían las primeras iglesias construidas en suelo americano, era mucho más que la que tienen ahora, cuando muchas de ellas están prácticamente sumergidas en medio de edificios".

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